Coro Ciudad de Guadalajara

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sábado, 12 de abril de 2014

Llegó el dia del estreno 12 de abril de 2014

No ha sido fácil prepararse para este momento, pero finalmente el día ha llegado. Se mezcla el nerviosismo con la impaciencia de comenzar lo antes posible la interpretación del Réquiem y Pavana de Gabriel Faurè.

Con mi pequeña Andrea
El compromiso es mayúsculo, no sólo por conseguir el objetivo para el que hemos sido eficazmente dirigidos por la mano diestra de nuestra directora Elisa Gómez, sino por el propio de comprobar si soy capaz de dar lo necesario para salir airoso de singular hazaña, pues a pesar de tener alguna experiencia - modestia aparte- de enfrentarme a pruebas de diferente calado; tanto lectivas como profesionales, siempre me ha faltado superar el obstáculo de expresar mis cualidades, de una u otra forma, frente al público. Aunque bien es verdad que en  mi añorada juventud conseguía hacerlo con arrojo y desparpajo, aunque esto era posible precisamente por tal envidiada condición.

Lo cierto es que ya no hay vuelta atrás, aquí estoy, ataviado con un riguroso traje negro y corbata de igual talante, eso sí, con una impoluta camisa blanca que ablanda la rigidez de la estampa. Acompañado de mi familia al completo. Presencia que apacigua en gran medida mi nerviosismo y más si cabe por la adorable compañía de mi pequeña Andrea, que conjugará con su blanca voz una de las piezas más hermosas de la composición, "In Paradisum".

Hay mucha gente esperando en la plaza de la pequeña iglesia del Carmen - quién sabe los que tendrán la fortuna de presenciar el evento, pues la limitación del aforo es más que conocida a la vez que preocupante -, a pesar de faltar al menos cuarenta y cinco minutos para el comienzo, contando con que este se produzca puntualmente, cuestión que actos eclesiásticos precedentes hacen más que improbable.

Familia de intérpretes y un amigo
¡No hay tiempo que perder!, una vez que Elisa comprueba la presencia de la mayoría de los participantes, entre niños y adultos, procedemos a transitar por un callejón contiguo a la placilla hasta desembocar en el fondo del mismo, en donde - casi de forma inesperada - se produce un ensanchamiento a modo de mirador, empezando a encajar uno tras otro cual piezas de ajedrez, ocupando nuestra posición asignada para que de forma disciplinada y tras la mirada e indicación de Elisa, comencemos a entonar nuestro ya consabido calentamiento vocal, no sin la presencia de curiosas miradas que asoman por ventanas y terrazas, advertidas de las voces que resuenan imprevistas bajo sus edificios, curiosa imagen que vuelve a quedar impresa en mi retina.

Ya todo está indicado, puntualizado y recordado, el camino hacia la iglesia se me antoja de mayor pendiente que la que minutos antes procedí a descender. ¿Será que los nervios se están apoderando de mí?. No quiero pensar en ello, sólo intento ocupar mi mente con las estrofas de las piezas del Réquiem que una y otra vez, hasta casi la exageración, he venido repitiendo desde dos meses y medio atrás. Y a pesar de la agradable conversación que mantengo con distintos compañeros del grupo consigo aislarme mentalmente para afrontar el momento.

Desde mi posición de espera en la fila de los barítonos y bajos que nos hemos situado junto al resto frente al pórtico de la iglesia, compruebo que ésta se encuentra colmada de gente, ¡no sé si conseguiremos entrar!, estaría gracioso....
Finalmente, una vez dada la indicación oportuna, procedemos a entrar de forma ordenada, manteniendo la posición y el paso firme, con el libreto en la mano izquierda, tal y como nos había propuesto Elisa. Y aunque la distancia hasta el altar, ubicación en la que finalmente nos situaremos ajustadamente, es de unos pocos metros, me vuelve a parecer enormemente distante. Entiendo que por la sensación de sentirme observado por tanta gente, familiares y amigos incluidos, en mi recorrido hasta mi posición final.

Obviaré el cuasi eterno prólogo que antecedió a la interpretación y que consiguió incrementar, en cierta medida, el nerviosismo que venía acumulando; debido a la insufrible situación de espera a la que nos sometimos mientras transcurría la oratoria interminable de un aparente amable señor que no alcancé ni siquiera a vislumbrar. Por fín, el director, ya para mí entrañable y cercano por su trato, Pascual Piqueras, apareció a escena y como si de un resorte o mecanismo se tratara, quedé automáticamente sometido a sus indicaciones, no sin perder de vista la atenta y expectante mirada de Elisa, que ocupaba un merecido puesto de privilegio en la primera fila de asientos y que desde mi centrada posición, casi en el eje de simetría del coro, conseguía contemplar no sin cierta inquietud por la expuesta situación en la que sentía encontrarme.

Ya con la primera nota mi sangre empezó a circular con mayor velocidad, experimentando un estado de concentración que se apoderaba de mí. En mi retina sólo aparecía la imagen de Pascual, aferrándome a sus indicaciones. Empecé con la cautela del inexperto pero con una sensación de seguridad que parecía ajena a mi propia voluntad, por lo que al momento me fuí adentrando en la interpretación de la obra como si trascendiera de mí y fuera otro el que con su voz estuviera utilizando mi cuerpo. La verdad sea dicha es que la sensación era de lo más placentera y en cualquier caso superaba mis expectativas en cuanto a todo lo que me había imaginado previamente.

Momento final de la interpretación.

Ahora, aunque pueda parecer intrascendente, confesaré que pude haberlo hecho mejor, pero no quedo por ello insatisfecho pues la experiencia, la admiración y el  reconocimiento de la gente; con sus aplausos, sus miradas, sus sonrisas, pagaron con creces mi entrega y mi esfuerzo y entiendo que el de todos nosotros, por lo que quedo enormemente agradecido. Primero a Elisa por su dedicación, seriedad y enseñanzas y como no por haberme dado su confianza desde aquella prueba del 18 de enero ¡parece que hace ya una eternidad!, luego a Pascual Piqueras, por su entrega, profesionalidad y saber hacer, que nos ha dirigido en un tiempo récord - únicamente en dos ensayos previamente al estreno - de la manera más eficaz y con un resultado que para mí ha sido más que espectacular. Cómo no a mis compañeros, que entiendo que en mayor o menor medida todos han dado lo mejor y han conseguido dar la apariencia de un grupo coral sólido y compenetrado y por último y no por ello menos importante, a mi familia que ha sabido soportar pacientemente mis ensayos caseros y repetitivos, ya hasta mi pequeño Carlos de 6 años entonaba conmigo ciertos compases del "Intoit and Kyrie".

Concluiré diciendo que para mí la experiencia ha sido más que satisfactoria y enriquecedora, por lo que presiento que este gratificante inicio, puede ser el preludio de una andadura que supondrá otra fantástica etapa de mi vida. Ahora sólo espero conseguir, en estas vacaciones que ahora comienzo, no seguir despertándome por las noches entonando cualquiera de las piezas del Réquiem o la Pavane que han quedado ya grabadas en mi memoria.

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