Las sílabas vienen a mi mente ordenándose inconscientes. Vocales y consonantes unen sus lazos dejándose acariciar unas con otras, relajando sus trazos, sus curvas, sus artistas. Descubriendo atónitas su encanto cual brisa que mece el diván de su descanso y entre vaivenes, recostadas, encuentran el sentido de su existencia.
Ahora, cuando juntas alcanzan su máximo esplendor, es cuando descubren que acompañadas de una melodía, aumenta su sentido cual fragancia que penetra en el aire y te envuelve por completo.
Así es como ahora siento las palabras, llenas de armonía, de cálida y susurrante melodía, acariciando cada poro de mis sentidos. Y aún cuando vagan pérdidas en mi mente, con la música, recobran la vida y el sentimiento que tanto anhelo, para dejar grabado en mi memoria la sintonía que ya forma parte de mi vida.
Ahora, cuando juntas alcanzan su máximo esplendor, es cuando descubren que acompañadas de una melodía, aumenta su sentido cual fragancia que penetra en el aire y te envuelve por completo.
Así es como ahora siento las palabras, llenas de armonía, de cálida y susurrante melodía, acariciando cada poro de mis sentidos. Y aún cuando vagan pérdidas en mi mente, con la música, recobran la vida y el sentimiento que tanto anhelo, para dejar grabado en mi memoria la sintonía que ya forma parte de mi vida.
Agradezco por tanto su existencia (las de ambas), pues unas sin las otras, yacerían errantes y sin rumbo en el sordo y mudo mundo de mis emociones.
