Toca ya echar la mirada atrás, aunque en esta ocasión la mayoría de nuestros recuerdos sean merecedores del olvido, y ver este año aciago que ha maltrecho y llevado multitud de vidas por un torticero destino que no estaba escrito y que la guadaña de ese virus de nombre desgastado ha segado, sin esperar siquiera su presencia pero que, implacable, se ha instaurado en nuestras vidas y contra el que seguimos en ardua lucha pese a su traicionera presencia y a su crueldad desmedida.
Sólo nuestra persistencia y prudencia, apoyada de la ahora valorada ciencia que en otrora fuera menoscabada, seremos capaces de combatir y vencer su macabra virulencia.
Aún en esta oscuridad que pocos saben alumbrar y muchos verter más desánimo que esperanza, debemos de seguir mirando con ojos bien abiertos hacia ese sesgo de luz que el futuro nos ha de deparar.
Por eso necesitamos creer y pensar que pronto nos han de llegar tiempos mejores, que nos permita ver de nuevo las sonrisas, abrazarnos con el afecto de antaño y sentir la cercanía sin temores. Volver a compartir esos momentos impagables que hace ya tanto venimos añorando y sobre todo que se liberen nuestros miedos, que aprovechan los que rigen nuestras vidas y otros tantos que en la sombra nos acechan, aumentando su abuso y beneficio.
Tenemos pues que torcer este destino indeseado, agarrándonos con fuerza a la esperanza de que pronto superaremos el sinuoso y triste camino transitado, para conseguir no despeñarnos por esa empinada ladera que se nos ha interpuesto, pero que hemos de sortear con determinación y sensatez.
Ahora ya es momento de desear todos los parabienes que nos merecemos y conseguir con nuestros gestos y mejor actitud, la soñada vuelta a ese tan nombrado apelativo de normalidad, que no es otra que la vida que hemos conocido poco tiempo atrás y nos mantenía unidos, amigables, afectivos, fraternales e ilusionados.
Más cuando pase toda esta vorágine, pues ha de suceder más pronto que tarde, no olvidemos todo lo que dejamos atrás, ni la lección aprendida de nuestra fragilidad y exposición a tantas amenazas que no esperamos ni conocemos. Pero sobre todo, aprendamos a apreciar el valor de lo cotidiano y lo cercano, de todo lo que hemos sido privados; de esos besos, caricias, abrazos, consuelos, de las risas compartidas, de aficiones que como la música coral tanto nos llena y apasiona y que también ha resultado tan perjudicada, y de tantas otras gratas experiencias que no debemos dejar de tener presente en nuestra mente y en nuestros corazones.
A todos os traslado mis mejores deseos de Felicidad y esperanza, por un 2021 digno de recordar.