Un “concentrado” ensayo general fue el que ayer vivimos en muchos sentidos, pues tanto el reducido espacio en el que nos colocamos, frente al altar de la Iglesia del Carmen, -situación ya vivida con la interpretación del “Requiem de Fauré”-, como la demandada hora de salida indicada por el pastor de la parroquia, nos llevaron a proceder con ciertas prisas y un desorden inicial que rápida y marcialmente Elisa supo atajar.
Por fin pudimos comprobar cómo el sonido de la flauta andina, la de pan y el charango, instrumentos tocados con gracia y habilidad por los genuinos músicos venidos de Barcelona, daban todo el sentido musical criollo al conjunto que ya disponíamos.

Cierto es que el equipo de audio y megafonía no permitió oír la instrumentación con claridad, pero confío que mañana será todo perfecto, pues todo está dispuesto ya para que “concentrados” en todos los sentidos, volvamos a ser capaces de sorprender y cautivar al público, pues la dedicación, esfuerzo e implicación de todos nosotros, unido al privilegio de contar con unos envidiables profesionales, harán posible de nuevo esa magia musical que ya me he acostumbrado a disfrutar.
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